Cuando
llegó a la biblioteca encontró a René desmejorado, estaba sentado junto al fuego y
tenía la mirada perdida. Pidió ayuda a sus criados para trasladarlo a su alcoba
y tuvo que contentarse con leer los manuscritos del maestro para saber de la
evidencia, el análisis, la síntesis y la enumeración.
El
método, infalible, según René, para hallar la verdad, le falló a Cristina de
Suecia para descubrir quién había envenenado con arsénico a su querido filósofo
o quizá sí le sirvió y no contenta con las certezas que encontró, enmascaró el
enojoso asunto con una muerte por neumonía debida a los rigores del clima. Así
acabó sus días Descartes entre los misterios de los muros de un palacio sueco.
Comentarios
Publicar un comentario