¡Cuánto
tardan! pensaba Felisa, sentada a una mesa que habían instalado, con todo lujo
de detalles, para celebrar sus cien años. Era la más longeva de la localidad y
se habían esmerado en preparar un gran banquete. Los manteles, de lino
blanquísimo, lucían junto a las sillas forradas de la misma tela; las copas de
Bohemia esperaban sedientas colores y aromas de vinos de reserva; los platos
prometían delicias de ibéricos, quesos, perdices encebolladas y demás manjares
dispuestos para la ocasión. ¡Cuánto tardan! exclamó la feliz anciana.
Después su nieta Ángela cerró sus párpados con una suave caricia.
Cuadro de Evgeny Lushpin
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