Eufemio
es el portero más antiguo del lujoso barrio de la Alameda. Tiene cincuenta años
y conserva un aire sano y joven debido a su ordenada vida que incluye muchas
horas de trabajo, una dieta sana y una hora de natación, cada noche,
en la piscina del edificio. Durante el mes de agosto, la mayoría de los
vecinos huyen de la ciudad dejándole al cuidado de sus casas y de sus plantas,
especialmente los del ático que poseen una gran terraza con una hermosa
ornamentación donde abundan petunias, hibiscos, buganvillas, jazmines,
pasionarias, madreselvas, caléndulas y verbenas, entre muchas otras, que convierten la visita al lugar en una
borrachera de aromas y colores.
Lleva
muchos veranos subiendo al ático y observando con admiración y cierta envidia
la hermosa vivienda. Se imagina que es su casa y cómo sería su vida en ella.
Este
año lo tiene todo decidido, será esta noche. El señor y la señora Palomino se
han ido a Nueva York. La casa es suya durante treinta días.
Ha conocido a una hermosa mujer por internet. Estaba
bien preparado para introducirse en ese mundo virtual, posee cierta cultura, su
trabajo le deja tiempo para leer y, además, tiene gran soltura escribiendo
después de intercambiar correos con múltiples mujeres. Leonora es especial, ninguna lo había atrapado
como ella, con su prosa casi perfecta y
unas fotos para enamorar a cualquiera. Todavía no se ha citado con ella,
aunque sus intercambios verbales escritos y telefónicos han ido subiendo de
tono poco a poco y sabe que todo va a salir a la perfección.
Ha
pasado su descanso del mediodía preparando un cordero asado delicioso y una
rica y multicolor ensalada, no se puede dudar de que tiene mano para la cocina.
Ha adquirido un buen vino y una botella de cava y unos dulces en la mejor
pastelería de la ciudad.
La
cita es a las nueve en un café céntrico. Se viste con unas prendas de Palomino
que parecen hechas a su medida y coge una rosa roja del jardín por la que ella
le identificará. Se encuentran, se gustan; la química, milagrosamente, también
funciona, se desean, les agrada estar juntos y rememorar toda su historia
cibernética, bendicen los avances de la tecnología.
La
cena transcurre armoniosa y disfrutan, sentados a la mesa de la preciosa
terraza, de los sabores de la carne, del vino, de los postres, de las burbujas;
del ambiente de las velas, de la conversación, de las miradas cómplices, de la
música.
Después
llegan los apasionados besos y un revolcón de muerte en las sábanas de raso de
la señora Palomino. Se adoran, sin duda están hechos el uno para el otro.
Duermen plácidamente entrelazados.
A
las siete en punto suena la alarma del móvil de Leonora. Se levanta
precipitadamente. Nos llamamos le dice con un profundo abrazo. Corre a ocupar
su puesto en la portería del edificio más suntuoso de la avenida de Aragón.
Nuevamente, es la espontaneidad del realismo la marca que impera en la resolución del tiempo y las decisiones. Y son los tres efectos, espontaneidad, tiempo y decisiones el encanto estético que brindan tus relatos. Saludos, y excelentes ideas tienes.
ResponderEliminarHola, Kurt. Gracias por llegar hasta aquí y por tus comentarios. Saludos.
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