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El final del viaje


Estaba a punto de terminar mi novela cuando me surgió aquel viaje ineludible. No me lo pensé dos veces. Le di las llaves de mi deportivo a Esther, mi mujer, y cargué con la máquina de escribir y unos cuantos folios. Tenía la sensación de que si no soltaba el final que la noche y los sueños me habían revelado lo olvidaría todo y nunca podría concluirla. Le pedí que condujera despacio y fui tecleando todo el camino. Después de cuatrocientos kilómetros conseguí poner la palabra fin. Mis protagonistas encontraban la muerte en una carretera comarcal. Alcé la vista justo a tiempo de  ver el camión que se nos acercaba peligrosamente de frente y di un volantazo certero que despertó a Esther y nos salvó de un aciago destino.  

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